Mostrando entradas con la etiqueta Consejo romántico número 103.. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Consejo romántico número 103.. Mostrar todas las entradas

domingo, 13 de abril de 2008

Consejo romántico número 103. Mejor háblale de ti...

Ayer dejaba para la reflexión una serie de preguntas. Entre ellas, la de si existe la pareja perfecta.

Bajo mi humilde punto de vista, efectivamente, sí existen las parejas perfectas, pero precisamente son los desacuerdos los que las hacen ideales y perfectas. La idea de que la relación perfecta es aquélla que no tiene conflictos es, afortunadamente, errónea. De hecho, cuando en una relación de pareja las dos personas siempre están de acuerdo y nunca discuten, es porque una de las dos sobra en la relación. Tampoco estoy diciendo que las parejas perfectas son aquellas que siempre están a la gresca.

Las personas son todas diferentes unas de otras. Pero precisamente esas diferencias, lejos de ser lo que nos haga incompatibles, son lo que nos debe hacer complementarias. Por supuesto, quede claro que estamos hablando de parejas que están constituidas por dos personas, mutuamente adecuadas. Dicho de otra manera, para ser felices en pareja hay que partir de la premisa de que la persona que amamos es la adecuada. Porque aunque todo el mundo es maravilloso (mientras no se demuestre lo contrario), la unión de dos maravillosas personas puede no dar como resultado una maravillosa pareja. En unos de los capítulos de mi libro, hablo precisamente de la importancia de elegir a la persona adecuada.

Pero si creemos estar con la persona apropiada, ambos tenemos que tomar la decisión consciente de disfrutar de y con nuestra pareja, y hacer de nuestra relación la mejor vida en común posible. Asimismo, debemos contemplar los conflictos como una forma de acercarnos a la persona amada y a una misma o uno mismo.

A veces nos quejamos (sobre todo las mujeres) de que nuestra pareja no nos escucha. Y a veces, esto sucede porque nos pasamos el tiempo regañándole y exigiéndole cosas, dándole lecciones de comportamiento, reprochándole cada conducta... Si queremos que nuestra pareja nos escuche, no le hablemos de ella, porque todo eso ya lo sabe,... Hablémosle mejor sobre nosotras mismas o nosotros mismos: sobre nuestras necesidades, nuestros deseos, nuestras expectativas, nuestras preocupaciones... Y en vez de sermonearla por lo que hace mal, mejor digámosle lo que sentimos cuando hace algo que no nos agrada. Con este simple cambio de actitud nuestra comunicación será mucho más efectiva.

Es conveniente y sano para la relación hablarle de todas esas cosas que nos dan miedo contar y que nos causa dolor. Así, los problemas se convierten en una oportunidad para descubrirnos y conocernos mutuamente; en definitiva, para que ambos aprendamos a solucionar los conflictos y a conseguir que no se repitan en un futuro.

En cambio, reprochar no enseña nada a ninguno. Porque la persona amonestada se pondrá a la defensiva y no reconocerá nada; y la persona que critica no descubrirá cuál es su parte de la responsabilidad en lo sucedido. Y lo peor de todo, es que esta actitud culpabilizadora termina por destruir la relación.

Por tanto, mi consejo romántico de hoy es: en vez de sermonear, de reprochar, de acusar, de criticar, en definitiva, en vez de hablarle a nuestra pareja de ella misma, hablémosles de nosotros, es decir, de lo que necesitamos, deseamos, esperamos, nos molesta, nos causa dolor... Por ejemplo, evita reproches del tipo: “Siempre llegas tarde. Si me quisieras querrías estar conmigo, en cambio prefieres estar por ahí con tus amigos tomando cervezas”. Di mejor: “Me encanta que estemos juntos, por eso, cuando llegas tarde te echo tanto de menos y me siento sola y triste. Por favor, intenta llegar un poco antes a casa, cielo”. Expresándonos de esta manera no acumulamos resentimientos ni causas no expresadas y enquistadas.

Hasta mañana. Buenas noches.

¡Ah!, y gracias.