martes, 2 de septiembre de 2008

Consejo romántico número 236. Las apariencias engañan...

Por fin quedaron para cenar. Era su primera cita. Y aunque el restaurante se encontraba en la localidad en la que vive ella, él se encargó de elegirlo, por ser el más adecuado para esa mágica noche, y porque además, ella nunca había estado en ese restaurante.

La velada fue maravillosa. No paraban de charlar, de reír, de mirarse… Estaban tan a gusto que en la mesa de al lado tuvieron tiempo de cenar tres parejas, con los postres incluidos. Sin embargo, ellos permanecieron allí durante casi tres horas. En total se tomaron dos botellas enteras de un rico vino tinto de Ribera del Duero.

Cuando terminaron, fueron a un pub que estaba en el centro de la ciudad. Y aunque ninguno de los dos solía beber alcohol, decidieron tomar una copa de trago largo. El ambiente era cálido, amenizado con música chill-out, y en el local había la gente justa, ni más ni menos.

Allí estuvieron una hora aproximadamente; tiempo suficiente para tomarse en total dos copas y media. Él era bastante más corpulento que ella, por eso, el alcohol no le provocó nada, no obstante, hizo estragos en la chica. Ella comenzó a sentirse mal. ¡Qué pena! La velada prometía prolongarse durante toda la noche. De hecho, él tenía previsto pasear por la playa y estar junto a ella hasta el amanecer. Sin embargo, ella se encontraba cada vez peor…

Se montaron en un taxi y la ruta prevista era ir primero a la casa de ella, desde donde él continuaría hacia el hotel en el que estaba alojado. Sin embargo, cuando llegaron a la puerta del portal de la chica, ésta estaba tan mal que casi no se podía sostener por sus propios medios, así que el chico pagó la carrera al taxista, la cogió en sus brazos, rebuscó en su bolso hasta encontrar las llaves y entraron en la casa.

Era la primera vez que él entraba en esa vivienda. Estaba decorada con mucho gusto, y olía muy rico, como ella… Y como pudo, encendió la luz del salón, y por fin encontró el dormitorio. La cama estaba hecha de forma impecable, y la posó encima muy despacito. Ella no se movía, aunque respiraba. Su aliento no olía a alcohol, sino muy delicioso. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no besarla…

Por la mañana, cuando ella despertó, con el pelo alborotado, con los ojos hinchados, pero tan hermosa… él había preparado un rico desayuno que estaba perfectamente presentado sobre la mesa del comedor…

Ella le preguntó que qué había pasado la noche anterior, y él se lo explicó, aunque no con detalles: habían cenado, habían bebido, a ella le sentó muy mal el alcohol, él la trajo a su casa, la desnudó y la acostó en su cama…

La pobre estaba avergonzada. No conocía los detalles de lo ocurrido. ¿Qué habría pasado durante toda la noche? Y se sentía responsable de lo que hubiera ocurrido. Por fin, cuando con un gesto picarón se atrevió a sacar el tema, él se limitó a sonreír y a dejar que la imaginación de la chica volara. Ella se temía lo peor, y pensó que “todos los hombres son iguales”. Sin embargo, lo que ella no supo es que él la desnudó sin tocar su piel, con los ojos casi cerrados y a oscuras. Ella tampoco sabe que él no la tocó (no por falta de ganas…), excepto el beso que le dio en su frente antes de arroparla. Ella no sabe que el no se acostó a su lado, sino que se quedó sentado en el butacón contemplándola. De vez en cuando, le quitaba el pelo de su carita, para verla mejor. Otras veces le rozaba sus labios, pero con su mano. Ella estaba tan hermosa, allí dormida en su cama tapada con una suave sábana blanca. Hacía calor, por eso, para que ella estuviera cómoda tapada con la sábana y no se la viera en ropa interior, él encendió el aire acondicionado. Él se moría por verla casi desnuda, pero seguro que a ella no le hubiera agradado, por eso, imperaba la fuerza del caballero por encima del instinto del hombre. El la contempló casi hasta el amanecer, hasta que le venció el sueño. Ella no sabía que había pasado. Ella no sabía que él había empezado a amarla, y que por eso la respetó tanto.

Todos los hombres no somos iguales.

Gracias. Hasta mañana.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonito .... pero que pocos hay así ejejejeje.

No todos sois iguales, pero parecidos si jejeje.
Es muy bonita la historia, pero cuantos hombres harían eso en vez de sobarte un pokito ya que estas piripi eh?

Seguro que Miguel y pocos más.

Un saludo

Anónimo dijo...

Gracias a Dios que no, porque hay algunos hombres que se las traen. Pero al igual que las mujeres, gracias a Dios que no son todas iguales porque hay algunas que……..
Yo sé que idolatras a las mujeres, es de las pocas cosas que no estoy de acuerdo contigo, tan solo porque algunas no lo merecen. Cuando tienes que hablar de un hombre individualizas y si tienes que hablar bien de él lo haces, y hay veces que más de lo que merece, soy consciente. Pero sin embargo de las mujeres siempre hablas muy bien, pero de todas.
No me voy a convertir en el defensor de los hombres, pero creo que debes cambiar tu forma de hablar cuando generalizas hombres y mujeres (“ Quillo “ Paco, déjate ya de playa y échame una mano ), creo que hay muchos hombres muy buenos y que tratan a la mujer muy bien, como se merecen. Y que por supuesto son románticos, ya sé que aquí tratamos de eso, y no de otra cosa, pero estoy convencido que hay casi tantos como mujeres.
Y estoy seguro que te leen muchísimos hombres cada noche. No dejarme mal y escribir algún comentario, aunque solo sea en este consejo y haciéndolo como anónimo. Os propongo una cosa, escribir “Yo soy hombre y soy romántico “y lo firmáis o no (quien no quiera poner su nombre que pinche en el casillero de abajo ANONIMO), como cada uno quiera, pero no fallarme.
No voy a parar de defenderlos hasta que no cambies el disclaimer, y te hagas también responsable de nuestros comentarios, o de ninguno claro está.
Por cierto, encantadora la historia la que has contado, o narrado.
Sobre el comentario de ayer, estoy seguro que muchos de los consejos que nos regalas cada noche, se han escrito en una servilleta de un bar, o en cualquier otro sitio peculiar, porque cuando por la cabeza pasan muchas ideas buenas, algunas se olvidan.
Hablando sobre los comentarios que hacemos, es de admirar la fidelidad de las “tres románticas”, y como han congeniado, yo me incluyo, por eso no querría que alguien se sintiera incómodo y dejara de escribir sus comentarios, por eso del círculo que se ha creado entre nosotros. Aquí lo importante, al menos para mi, son los comentarios y la manera de ver el consejo que da Manu cada noche, los distintos puntos de vista y lo que cada uno ha vivido en relación al consejo, lo bueno y lo malo, porque de ahí, de vuestras vivencias y opiniones vamos a aprender los demás. Y repito, estoy encantado con nombrar a las tres en cada comentario, pero a mi personalmente no me gustaría que eso fuera en perjuicio de lo que realmente importa aquí, si ha sido así os pido disculpas y os ruego que sigáis comentando, Elena, Catalana (por cierto, precioso el cuento, me recordó a uno que contó Manu), Silvia, Cielo, Violet, Mercedes, la decoradora, Paco, David, por supuesto Emi, etc. y a muchos que lo hacéis como anónimos y que resultan muy interesantes.
Uffffff, que rollo he montado, perdón si ha sido solo mi imaginación.
Recordar a los hombres, no falléis.
Hasta Mañana amigo, as, oooosssssssss.
Alberto

Anónimo dijo...

Perdón, he mandado el comentario y no había leído el de noche, que no hace nada más que confirmar lo que dice Manu.
Pues no, siento contradecirte noche, pero estoy seguro que Miguel, Manu y muchos más.

Alberto

Carla dijo...

Hello hello!!!!

Jajaja ! Si si noche, me lo has quitado de la boca. Yo creo que solo Miguel haría eso porque la mayoría iniciarían plan de ataque. ¿Que no?

Pero sí que es cierto que la historia es muy bonita.

Besitos!

Carli