lunes, 17 de marzo de 2008

Consejo romántico número 76. Hablar, hablar y hablar...

Un buen amigo mío me ha contado hoy que desde que se fue a vivir con su novia, ha disminuido de forma drástica la frecuencia con la que mantenían relaciones sexuales. Y claro, como no podría ser de otra manera me ha preguntado que por qué pasa esto, como si yo fuera Súper-Manu, el que todo lo sabe...

Súper-Manu... el que todo lo sabe... suena bien, ¿verdad?

Pues no, no soy Súper-Manu ni lo sé todo, pero... soy Manu, el que siempre piensa y no se rinde a la primera, ni a la segunda, ni nunca... Así que le dije a mi amigo: “no soy adivino y no puedo darte una respuesta así, sin más, sin tener más información”. Y me puse a preguntarle cosas y, lógicamente, preguntando, preguntando, hallé la respuesta.

Después de irse a vivir junto a su novia, mi querido amigo seguía manteniendo su demanda biológica mientras que su chica parecía haberse acomodado y se había vuelto perezosa. Pero no era sólo por culpa de ella, sino que la culpa había sido de los dos. Principalmente de él, y luego de ella por no haberle puesto remedio a tiempo.

¿Y qué pasó?, te preguntarás... Pues muy sencillo. Como todo el mundo sabe, generalmente, la mujer se rige sexualmente por el juego de la seducción, la pasión, la sorpresa, el misterio..., cosas que, como no le pusieron remedio, se perdió entre ellos dos con la convivencia diaria. No entiendo por qué, pero sucedió así.

Además, mi amigo, también se queja de que a su chica empezó a interesarle más las tareas de la casa que el sexo. Pero lo que mi amigo no sabía es que esto sucedió debido al injusto reparto de las tareas domésticas que ambos establecieron. Ella tenía una doble jornada: trabajaba fuera y en casa; por lo que al llegar la noche estaba totalmente agotada.

La solución, lógicamente, parece muy sencilla. Deben sentarse para tres cosas: para hablar, para hablar y para hablar.

Deben pactar un reparto equitativo de las tareas de la casa, porque curiosamente, éste es uno de los asuntos que mayores fricciones e incluso rupturas provoca en las parejas. Lo adecuado es que desde antes de convivir juntos, quede pactado (y de forma justa) el reparto de las tareas del hogar.

Al principio, de la convivencia, a ella le hacía tanta ilusión planchar sus camisas, pero... al cabo de un tiempito (no muy largo) empezó a estar harta de recoger su ropa sucia y de limpiar siempre sola la casa.

También hay mujeres (conozco a más de una) que cometen el error de hacer siempre ellas las cosas por no tener la casa desordenada y sucia. Así, sus parejas (en el caso de que sean hombres) no llegan a darse cuenta de que las tareas no se hacen solas.

Otro error es aceptar un reparto injusto a favor del varón porque no sabe hacer nada, como si ellas hubieran nacido sabiendo...

A veces, la solución más sencilla es que si ambos trabajan fuera y se lo pueden permitir, que contraten a alguien. Aunque siempre habrá cosas que también deben ser repartidas y que no las debe hacer ella sólo por ser mujer.

Y para recuperar la pasión: hablar sobre el sexo, ver películas eróticas, preparar encuentros morbosos y especiales, acariciarse mientras ven la tele, o mejor aún, acariciarse sin ver la tela (la tele “agilipolla” bastante), ducharse juntos y jabonarse el uno al otro, y hacer el amor todas las noches, ya que cuanto más se haga más predisposición habrá a seguir haciéndolo.

Joder, para no ser Super-Manu... no está tan mal, ¿qué no?

Hasta mañana, que volveré con más súper-consejos románticos. Gracias.

1 comentario:

NAYA dijo...

Buenos días MANU.
Completamente de acuero contigo, pero como en un anterior consejo tuyo, le diria a tu amigo que se pregunte si le presta las mismas atenciones (mimos, palabras bonitas, etc...) durante todo el día a su chica, y no sólo a la hora de hacer el amor. Quizas deba cuestionarse eso.
BESOS