viernes, 11 de enero de 2008

Consejo romántico número 10. Hoy... una parábola sobre el Amor.

Hace tiempo; bueno, no mucho, porque soy tan joven que no puede hacer tanto... Hace poco tiempo escuché una historia que recuerdo ligeramente, y que si me permites te la contaré a mi manera.

Era una mañana fría, como cualquier mañana fría de un invierno frío. El Sol brillaba dentro del taller, donde estaban todas las herramientas de tertulia alrededor de una lumbre que el herrero había hecho con unas cuantas ramas secas.

El dueño del taller salió para ir a desayunar. Encima de la mesa de trabajo dejó un trozo de hierro anclado con un sargento o gato de taller. Todas las herramientas, desde el fondo de la pequeña fabrica, miraban de reojo hacia el trozo de hierro que allí se encontraba capturado.

– Iré yo primero –dijo el hacha, mientras se dirigía con paso firme hacia la mesa de trabajo–, y lo esculpiré con unos cuantos tajos.

Pero en cada golpe que el hacha le daba al trozo de hierro, iba perdiendo su filo, hasta que transcurrido sólo un par de minutos la herramienta interrumpió su esfuerzo, ya no podía más. El filo del hacha había quedado totalmente romo y aplastado.

– Lo intentaré yo –gritó el martillo dirigiéndose hacia la mesa sin ni siquiera mirar al hacha que cabizbaja se cruzó con él–.

Después de varios golpes a cuál más duro, el mango se rompió, lanzando la cabeza de forma involuntaria hacia donde estaban las demás herramientas. Si no hubiera sido porque el destornillador estaba muy atento, se lo hubiera llevado por delante.

– Déjenme probar a mí –espetó el serrucho de forma pedante y con mucha soberbia–, yo me encargaré de modelarlo.

La cara del serrucho denotaba que por dentro se estaba burlando del fracaso de sus compañeros. Empezó a clavar sus dientes en el trozo de hierro. Pero al cabo de uno 25 intentos, los dientes casi habían desaparecido.

– ¿Me permiten intentarlo a mí? –dijo tímidamente una pequeña llama del fuego alrededor del cual se guarecían las herramientas–.

Todos los utensilios se rieron a carcajadas, especialmente los tres que lo habían intentado hasta el momento. Pero se lo consintieron, creyendo que se podrían mofar aún más, ya que estaban totalmente convencidos de que también fallaría. La tímida llamita cubrió suavemente al pedazo de hierro; no se despegó de él. Lo abrazó y lo abrasó delicadamente hasta transformarlo en un material blando y maleable. Así, la tímida flama consiguió darle la forma deseada. Aquella pequeña llamita logró lo que las otras tres poderosas herramientas no pudieron conquistar.

¡Así es el Amor!

Hay personas duras y frías que pueden resistir los tajos de la ira y del rencor, los golpes del odio y la soberbia, y las mordidas de orgullo y del rechazo. Pero... por más inflexible que sea el corazón de una persona, no podrá resistirse a los envites del Amor, porque el Amor es la fuerza más poderosa que existe.

Consejo romántico:

Si quieres que tu pareja cambie para que vuestra relación amorosa sea perfecta, sólo hay una manera de conseguirlo, y es renovándote primero tú. La buena noticia es que tus transformaciones provocarán en tu pareja los cambios que deseas...

Si tu pareja es poco romántica, no le pagues con la misma moneda, sino al contrario, sorpréndela continuamente con detalles románticos, sin darle importancia a que no te responda como deseas. Al cabo de un tiempito comprobarás y disfrutarás de los cambios...

Hasta mañana, y por supuesto, gracias.

2 comentarios:

Lucía dijo...

Que historia tan bella. es maravilloso comprovar que las esencias mas puras están en los frascos mas pequeños. No hace falta ostentosidad ni arrogancia en temas de amor. el amor no exige gran sacrificio, y la recompensa es incalculable.

Gracias por esta historia, ha sido preciosa.

Un abrazo,
Lucia.

www.luciebryce.es

anonimo dijo...

Es la parabola mas ingeniosa, que he leido nunca, me ha sorprendido gratamente y estoy totalmente de acuerdo sobre todo con la ultima parte de tu exposición, ahora lo dificil es concienciarse de que el cambio debe partir de uno mismo.